Hace días lo traigo en mente. Recuerdo la canción, el programa y la manera en la que aprendí sobre caficultura, hacer el re-re y la lucha -en franca lid- contra la roya y la broca.
Pues sí, desde los anaqueles olvidados de la memoria, que se abren por  veces únicas para luego confinar a los recuerdos al más profundo ostracismo, aquí emerge la canción -una de tantas- con la que crecimos y desarrollamos el espíritu ecológico que luego la adolescencia nos arrebató.
 
 
Las aventuras del Profesor Yarumo
 
Allá arriba en aquel alto,
donde nace la quebrada,
había un bosque muy bonito
y el agua nunca faltaba.
Pero un hombre irresponsable,
tumbó el monte y lo quemó,
ya no hay pájaros ni leña,
la cañada se secó.
La gente al verse sin agua,
bastante árboles sembró,
volvieron los pajaritos
y el agua también volvió.
 
Profesor Yarumo, Maestro. Tú, Héctor Alarcón Correa, Master
 
Ese viejo cascarrabias

 

Londres. Palacio del Parlamento Inglés, sobre el Támesis

Años cincuenta

 

Sir Winston Churchill, el reputado Premier inglés a quien Mauricio Vargas califica de " viejo cascarrabias", realiza la inducción a la vida parlamentaria a un novel diputado. Recorren el edificio, le enseña la arquitectura y, de paso, se jacta de la grandeza del sistema político británico. -Apreciable incluso artísticamente- dice. Se adentran en las oficinas y dependiencias, el salón principal; le enseña la manera en la que se organizan los partidos en las sesiones y, en general, el funcionamiento del parlamento.

 

Estando en el salón principal, situados en uno de los apartados con asientos para los parlamentarios, dice el jovencito:

   — A ver si entendí bien. En este lado nos ubicamos nosotros y allá -señalando los estrados de enfrente- se sitúan los enemigos.

   — No; replica Churchill. Allá (en el lado opuesto al de ellos) están los opositores. Aquí -sentándose en el lugar en el que están- se ubican nuestros enemigos.

 

 

post scriptum. ¿Quién nos ronda? ¿Dónde están los enemigos? ¿Son realmente uribistas los uribistas?
(Para Laura, y demás amigos)
 
La niña que me gusta
La niña que me gusta tiene
los ojos pequeños y pícaros, una boquita roja bien definida y una nariz pequeña que encanta ("se le pierde la naricita cuando sonríe", como dice mi abuelita)

La niña que me gusta tiene la piel blanca como leche y una hija, nuestra, color chocolate y de ojos miel.

La niña que me gusta tiene unas piernas únicas. Cuando usa falda, atraen; son hermosas. Sus pies me gustan por tiernos; tiene unos dedos como niños, juguetones. Ella no deja que se los toquen, pero yo disfruto sólo con verlos.

La niña que me gusta cuenta historias, tiene muchas historias por contar. Y escucha las mías, es gran oyente; aunque no son divertidas.

La niña que me gusta es pequeña pero su espírítu inmenso. Ella no lo sabe, pero cuando descubra su potencial va a volar alto, mucho, como merece; ojalá no todavía para que no se de cuenta de que a la niña que me gusta la amo porque ella, para mí, es inalcanzable.