Decía Andy Warhol que cada persona tiene derecho a 15 minutos de fama. El bolero de Julio Jaramillo habla de cinco centavitos de felicidad. Para mí cualquiera de las dos premisas se queda corta, debo hablar de meses de felicidad.
 
El año corriente en general, y los últimos ocho meses, en específico, he mantenido una relación estable, la primera en mi caso. No sólo se trata de la relación misma, con el embelesamiento y el placer que da, sino de lo que he aprendido. En este lapso las experiencias agradables, y aquellas que no tanto, me han forjado unas maneras claras de aceptar la diferencia con el otro, enriquecerme a partir de ella y abrir mi mente a nuevas visiones, nuevas perspectivas. Descubrí que, tras la indocilidad, suele esconderse una gran ternura. Quizá la ternura más sincera. Y eso sólo, lo vale.
 
El amor es un acto de fe: un acto de fe en el amor. Nadie te dice que estás enamorado, sólo lo sabes. Como los griegos, Gnothi seauton (conócete a tí mismo).  Tengo muchas historias por contar; en tiempos en los que las gentes no escuchan. Ni les interesan las historias. No hay memoria. Pero ella las escucha y me contradice, me ignora, me humilla y luego me enaltece, y así, enriquece las historias y comienza una nueva. Con ella. Por eso me enamoré, ese es mi acto de fe.
 
Cada décimo día de cada mes me recuerda que estoy con ella. Hoy, en el día diez del mes diez, he confirmado la vista número cien a este espacio. No fue ella, pero la conjugación de ambos sucesos -10x10 = 100- evidencia el azar, regido por el destino, siempre presente. Las parcas, ¡ay las parcas!.
 
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Entre tanto, los miembros de una congregación israelita que predica una religión basada en los Diez Mandamientos que Dios le entregó a Moisés en el desierto, cada 10 de octubre deben asistir todo el día a una ceremonia donde Jehová perdona todos los pecados cometidos durante el año.