(Sucedió el 6 de mayo. Publicado con anterioridad el 9 de mayo)
 
Iba caminando el hombre por una calle húmeda, tras una no tan efímera lluvia vespertina. Al pasar una calle, el hombrecito se topa con el transporte escolar de un colegio. El auto lleno de bombas y con una gran algarabía en su interior lleva muchos niños de regreso a casa.
Por una de las ventanas traseras de aquella buseta, aprovechando un semáforo en rojo, una niña de unos seis años saluda al hombrecito sin dejar de jugar con varias bombas en su mano. El tipo la saluda y le pregunta porqué tiene tantos globos; ella riéndose con esos dientecitos de leche dice que estaban celebrando el día de la madre y que les regalaron muchas muchas bombas, -¿Quiere una?, termina diciendo. Y el hombrecito, ni corto ni perezoso, le acepta el ofrecimiento. La niña entonces, dice que si quiere llevársela le tiene que prometer que la va a cuidar y se la va a dar a alguien que quiera mucho -en sus palabras se notaba que se refería a un niño o niña que el hombrecito quisiera mucho-.
El hombre entonces le dice que la niña a la que más quiere es su novia, que si puede aceptar que sea ella la destinada; y sin ningún reparo, la colegialita dice que sí y que la salude... porque debe ser bonita. Así, el hombrecito tomó la bomba despidiéndose de la niña de seis años mientras el semáforo daba marcha a los carros. El destino de la bomba aún no se cumple totalmente, en tanto no llegue a manos de la niña que el hombrecito más quiere...
Y se consiguió una amiga más...